jueves, 18 de noviembre de 2010

Acerca de los que nos observan por la ventana

A mi vecina, que ha mostrado
un interés inigualable hacia
aquellas cosas que en mi hogar suceden...

Hay días que nos resultan extraños, dónde uno se levanta tarde y todavía muy cansado, para esos días nada como un café negro y caliente, no prender la televisión para olvidar un rato lo mal que camina el mundo, platicar con el perro, pensar en comprar canarios.

Hay días que nos resultan extraños y es que es complicado pensar que los días en esta ciudad se sucedan de alguna otra manera. La falla de la luz, la falla del agua, el ineficiente servicio de internet, las calles como campos minados casi, casi intransitables.

Hay días como el día de hoy, donde el frío se hace casi por arte de magia y hace que las narices escurran, que duelan las piernas y los brazos, días dónde uno desearía profundamente no mirar por la ventana y seguir creyendo que allá afuera algo se transformó durante la noche.

Sin embargo en estos días cuando parece posible el alejarme del mundo, la vecina de enfrente con su tendencia irritante de revisar minuciosa mi casa por cualquiera de los puntos estratégicos que ha descubierto, me anuncia lo que con mucha tristeza me viene más como un recuerdo, las personas aquí están demasiado preocupadas por pura pendejada.

Parece que andan con demasiadas certezas, tantas, que sus pobres dudas y mas complejas cuestiones se relacionan con el horario de alguien para ir al pan, por saber a detalle sobre las vidas de otros más o menos miserables, y así ganar respectivamente tristezas y satisfacciones.

No cabe duda, que estas preocupaciones resultan mucho mas llevaderas, resultan mucho menos preocupantes, mientras el país se observa cada vez mas como un chiste, uno de esos malos que no generan en el oyente la menor de las sonrisas, procuran ocuparse mejor de lo que sucede por la ventana de alguien. Ese que es uno, que no soy yo, y cuyas penurias, errores, desgracias resulta mucho mas satisfactorio analizar y comentar en dinámica de grupo.

Aunada a esta táctica evasiva de la realidad propia del chismoso y/o mitotero (según se comprenan los usos de estos términos en las distintas tradiciones), encontramos también un talento casi natural para estar en el lugar adecuado y en el tiempo preciso, para presenciar actos sin importancia que a través de su lengua se convertirán en narraciones épicas.
Por estas razones he decidido elaborar algunas breves instrucciones para lidiar con estos seres que parasitariamente sobreviven a través de nuestras vivencias.
1.- La existencia de cortinas es asunto vital.

2.- Escupa ocasionalmente un insulto violentamente hacia cualquiera de los puntos donde estas atroces creaturas gustan anidar.

3.- Precise de un palo, el cual paseará por esos puntos de forma violenta buscando la intimidación y/o sangre del personaje en cuestión (procure que la longitud de su garrote sea suficiente para ser manejado desde una posición cómoda evitando esfuerzos innecesarios).

4.- Si tiene acceso a algún cerco electrificado sería importante adquirirlo, sino lo tiene considere con seriedad realizar nuevos ahorros. Este será dinero bien invertido.

5.- Evite tener contacto visual prolongado con estos seres, es necesario no crear nada que puedan considerar desde su alterada percepción de la realidad como simpatía. Si su formación personal se lo permite intente evadir cualquier saludo.

Y lo último y no menos importante, recuerde: que si se traspasa la propiedad, la violencia es cosa lícita.