domingo, 23 de enero de 2011

El discurso oculto del kalimbazo

Dentro de los medios de comunicación en los últimos días se ha desatado una euforia casi incomprensible en torno al afamado "caso Kalimba".
Marchas, cobertura especial en programas de espectáculos y noticieros, se dedican a "informar" al pueblo mexicano sobre el avance de tan importante tópico. Sin embargo entre todo esto, navegan una serie de presupuestos y de barbaridades de las cuales deberíamos dar cuenta.

El discurso anacrónico respecto al rol femenino. Sin señalar culpables legales, moralmente hemos ya realizado nuestra selección entre víctima y victimario, "la mujer tiene que darse a respetar", "una mujer que va a un hotel ya sabe a lo que le tira" "¿Dónde estaban las mamás de estas niñas?", "ella lo sedujo y pues él es hombre",en todas se responsabiliza a la mujer de lo que ocurre.
Sin entrar en oscuras discusiones acerca de la culpabilidad real de cualquiera de los actores, es obvio que la condena social, cuando una de estas acciones tiene lugar, sigue reposando sobre las mujeres.
El caso ha logrado levantar discusión y preocupación entre las mexicanas que se levantan dedo y sin saber se señalan a ellas mismas. Cayendo nuevamente en ese discurso sobre el ser una buena mujer, sobre la decencia.
A mí, confieso sin tapujos, esto del "caso kalimba" me tiene tan sin cuidado, como la hora de defecar de mis vecinos. Sin embargo, no puedo evitar notar que bajo este pretexto la moralina mexicana se ha desbocado.
Mientras el caso kalimba ocurría (y ocurre) este país sigue siendo testigo de acciones de una violencia indecible, sin embargo, las mujeres decentes y los defensores de las buenas costumbres, tienen batallas más importantes que luchar. Eso de asentar que sólo las zorras salen de noche, o abortan, o tienen relaciones sexuales antes de la edad permisible, son causas que no van a defenderse solas. Estos puros, que ignoran que desde hace ya varios años la vida sexual (no sólo aquí, sino en el resto del mundo) tiene un inicio mucho, mucho más temprano. En lugar de buscar causas y realizar un análisis del fenómeno, se dedican meramente a referir frases tan absurdas como: ¡ya no hay moral!.
Dicen que al pueblo pan y circo, nada más cierto para el mexicano, que bajo cualquier pretexto desviará la vista de su realidad, para posarla sobre cualquier tontería que le sirva para fijar sus valores anacrónicos y su ira contenida.
Gente que lee esto, busquen la religión de su preferencia, apelen a la divinidad que más les sirva, que el fin se acerca. Nada más certero para demostrarlo que tanto pendejismo crónico.

viernes, 21 de enero de 2011

A Betsa le gustaba mucho el pan con leche...

http://www.milenio.com/node/620510


La indignación no cesa en este país de caernos del cielo, impunidad, corrupción, son términos con los que hemos aprendido a vivir.
Nos irritamos con el sistema, denunciamos públicamente lo ineficiente que es, sin embargo, en este movimiento olvidamos casi instantáneamente que todos los sistemas son productos humanos.
Pareciera que pretendemos hacer una limpia, ignorando que ni las de catemaco podrían rescatarnos de nuestras putrefactas entrañas.
¿Cómo reparar una cultura corrupta?,esa debiera ser la cuestión más apremiante. No pongamos nuestros ojos en los gobernantes, en los altos ejecutivos, que lo que estos hacen no es sino reproducir (de forma más visible) lo que el mexicano en términos generales realiza de forma cotidiana.
Cualquier coto de poder nos sirve para comernos al más chico, desde la mujer que comercia los transvales, hasta el viene viene auto denominado dueño de las calles. La dinámica se reproduce en el núcleo familiar dónde arbitrariamente asignamos roles de esclavo y amo entre nuestros hijos e hijas.
Entumecidos frente a la violencia, nos indignan los números, cómo si un muerto no fuera razón suficiente para condolernos, para que nuestra pena salga a que le de el sol, más de treinta mil es un motivo, Josafat, Betsa, son nadies, ningunas.
Bombardeados por imágenes violentas en los periódicos amarillistas, que circulan con la misma seriedad que donde escribiera el más preparado de los columnistas, aprendimos a mirar la violencia con menos asombro, la hicimos parte nuestra. Un atropellado en primera plana, algún suicida que se lanzó del puente y la sangre paulatinamente dejaba de horrorizarnos.
Pareciera un entrenamiento cuidadosamente fraguado, para que los muertos y las muertes fueran cada vez una cosa con menos impacto.
Y así fue que un país bañado en sangre, seguimos tan alarmados por las elecciones, los pleitos de lavadero entre nuestros partidos políticos, hasta por saber si kalimba será o no culpable de violación.
Comentamos en forma casi de consolación que todo esto es culpa de la guerra contra el narco, sin embargo, ésta ha funcionado más como una ventana, a través de la cual podemos mirar la frigidez con la que el mexicano observa la muerte, la tortura, la tristeza.
Es ésta indiferencia, que le permite dormir tranquilo por las noches y seguir mirando por la tarde la rosa de Guadalupe, seguir justificando su pasividad a través de las demandas (que además se limitan a pláticas de café) que realiza a su gobierno, seguir esperando a que las muertes sean números gruesos, para entonces cambiar su imagen en twitter o facebook.
Esto termina como comienza, la indignación en este país no deja de caernos del cielo.

jueves, 13 de enero de 2011

Y sigue la mata dando...




¿Se imagina alguien ser la orgullosa madre o el padre satisfecho de alguno (a) de estos infantes?


Me viene la frase tan de mi madre "en mis tiempos esto no se usaba" y es verdad, en la escuela primaria donde yo me formara durante mis primeros años, los bailables para el 10 de mayo o el día del padre, eran bonitas melodías de cri-cri, o alguna cosa instrumental donde a uno le permitían mostrar sus dotes rítmicas (que en mi caso no fueron tantas).

No es de alarmar la forma del baile (que muchos conservadores han mencionado como causa de los embarazos adolescentes) sin embargo, realizarlo en un festival escolar no me parece tan apropiado, sobre todo bajo el doble discurso que con tanto orgullo manejamos.

Por una parte se castiga en las escuelas públicas a cualquier alumno que ose realizar un movimiento indebido frente a nuestro lábaro patrio, no digamos de las normas estrictas en secundarias dónde se les prohíbe utilizar la falda mas de dos dedos sobre la rodilla o maquillaje (por aquello de incitar a los varones hacia el "mal"), sin embargo se permiten estos bailes que resultan obviamente sugerentes.

Otra manifestación maravillosa de nuestra doble moral: -No permitamos que las niñas utilicen maquillaje, pero perrear en tarimas es cosa diferente-. (Ignorando el machismo disimulado en ambas normas)

La falta de consistencia entre los discursos y las acciones es evidente entre lo que he mostrado, sin embargo, se extiende en otros muchos vericuetos que no menciono porque son mucho menos divertidos que ver el vídeo que se comparte al inicio del post.